EL RESCATE COMO UNA ACCION VITAL DE LA MEMORIA

16.2.21 - 

Los museos del rescate son el resultado de unos pocos años en lo que el presente se volvió pasado de un sopetón. Un pasado a olvidar, a desmantelar, a desarticular, a “levantar”. Un nuevo modelo de país que se imponía a palos y balas, que se gestaba desde la última dictadura cívico-militar. Un Estado mínimo y un libre mercado en expansión; el neoliberalismo en su mayor expresión.

“En los años 90, cuando estuvo Menem en la presidencia […] esta empresa era del Estado. Se llamaba Yacimientos Carboníferos Fiscales. Fue una empresa que Menem no pudo privatizar porque nadie la quiso comprar. Entonces, deciden hacer una concesión, conceden a un privado por casi 20 millones de dólares, como subsidio del Estado, produzca o no produzca. Eso fue un pretexto como para vaciar la empresa, hacerla desaparecer. […] Empezaron los retiros voluntarios, a desaparecer mucha maquinaria, estuvo a punto de desaparecer el pueblo de Río Turbio, donde están las minas de carbón. Fue toda una lucha tanto gremial como de la misma gente del pueblo. Hicieron puebladas, los obreros hicieron huelgas de hambre dentro de las minas. Fueron bastante convulsionados los 90”1. Desde los confines sureños, arrastrado por los fuertes vientos, Edgardo Gallardo2 cuenta cómo, en la Patagonia, el Estado estructura la vida de las personas y se reestructura, a la vez.

El modelo neoliberal se sellaba en apretón de manos y, a la vez, se enfrentaba a la movilización y la resistencia de trabajadorxs y vecinxs de pueblos a lo largo y ancho del país. El Estado empresarial e industrial que conformaban miles de familias colapsaba, y de las cenizas surgió la acción de tomar objetos del piso y llevárselos ocultos bajo el brazo. Herramientas, papeles, fotografías se convirtieron en recursos con los que acometer la urgente necesidad de reinventarse.

Fue así como algunos grupos de vecinxs, desde Santa Cruz hasta Tucumán, pasando por Buenos Aires, Córdoba y otras tantas provincias, juntaron aquellos materiales que habían guardado en sus casas, en cajas y cajones, y salpicaron el país de museos de objetos rescatados. Porque mucho tienen los museos de expolio, así como de rescate. Esos rescates imprevistos que funcionan a modo de supervivencia de vidas puestas en peligro. El Museo Ferroviario de Villars3; el Museo Taller FerroWhite, de Ingeniero White; el Museo Ferroviario de Tafí Viejo, Tucumán; y el Museo Municipal Ferroviario de Villa María, Córdoba, son solo algunos de esos museos del rescate.





Podemos pensar que el rescate de distintos materiales por parte de trabajadorxs y vecinxs, responde a su necesidad imperiosa de “dejar huella”, de saber que sus experiencias de vida y trabajo valen (¡son importantes para la historia del país!) y que resistir es apropiarse de la Historia. Las vidas tramadas en torno al Estado y empresas como FF.CC., YPF, YCF, MOP4 y la configuración de la subjetividad de un sector de las familias argentinas; no se puede borrar de un plumazo. No, si no se permite. Por eso, los rescates, esa acción subversiva de guardarse cosas en casa; porque la cultura material, sólo cobra sentido cuando actúa como soporte de memoria(s).

Al Sur

La Patagonia, ese vasto territorio bastante desconocido por la metrópoli, es tierra de resistencias históricas. Las luchas indígenas, las huelgas rurales, los piquetes en las rutas, un maestro y jóvenes asesinados por las fuerzas del Estado. Tal vez por ello sea territorio ignorado.

Aun así, en 1995-96, trabajadores jubilados pertenecientes a ATE5 (el mayor sindicato de YCF de Río Gallegos) se juntaron a pensar qué hacer con aquello que los alertaba. Todo su entorno cotidiano pasaba a ser inservible, a ser pasado, a estar “en desuso”. Sueñan y concretan en grande la restauración de una primera locomotora a vapor en el año 2000. Esta sería el inicio de una larga lista de rescates y restauraciones del entorno cotidiano. Esta acción impulsa la formación de la Asociación “Amigos del Tren” con la clara intención de sumar personas más jóvenes.

“Lo primero fue el rescate de la locomotora […]. Luego se rescata un galpón, se gestiona su comodato por cien años y un espacio anexo que era una oficina técnica de la YCF, donde se hacían planos y se había incendiado. Se rescata ese lugar y se empieza a ver la forma de rescatar la historia del lugar. Se veía que iba desapareciendo todo. Se estaba haciendo un borde costero y nadie tomó intervención en rescatar la parte histórica del lugar. La gente [de la Asociación] empezó a llevar piezas, fotografías, planos, todo lo que la empresa había dejado abandonado. Se reconstruye el lugar muy a pulmón, con ferias de comidas y bingos. Se rescata el lugar y se decide hacer un museo y una enfermería […] Nosotros vivimos en un barrio que era ferroviario. Debe haber pasado lo mismo que en otros lugares, el ferrocarril te daba todo, hasta el transporte escolar. Cuando se fue la empresa no quedó nada, no teníamos ningún centro médico cerca”6.





En 2004, se inaugura el Museo Ferroviario Roberto Galian7 y cuatro años más tarde, la enfermería. Ex-trabajadores de YCF y sus familiares recuperaban así, espacios vedados de su propio barrio.

Con respecto al museo, Edgardo comenta sus cuatro ejes temáticos: “el ferrocarril, la mina de carbón, la parte social y deportiva de la empresa YCF, y el puerto”. Y explica que la ampliación de los ejes se ha debido a la “escucha de los visitantes”; “los chicos nos preguntaban qué transportaba el tren, y tuvimos que empezar hablar del carbón y las minas de Río Turbio. Ahora tenemos una sala acondicionada como una mina”8.




La mayor complejidad que registra Edgardo es que sean solo tres personas quienes reciben a lxs visitantes, ya que “si bien es chico [el museo], técnicamente es bastante complicado”. Las temáticas abordadas requieren de un exhaustivo conocimiento en materia de tecnología, política energética, economía, estrategias de distribución, legislación laboral, gremial, etc. Es por ello que los programas de pasantías de quince días que les han ofrecido, no les resultan útiles. Claro. Resulta ser que trabajar en museos exige una formación continua que suele entrar en contradicción con las diversas modalidades de contratos que existen. Por ello, “invertir en cultura” es invertir en la permanencia de las personas que la hacen.

¿De qué está hecho el museo?

Principalmente, de personas. De aquellas que rescataron, restauraron, gestionaron y lo habitan. “En el museo hay una mesa grande y una pequeña cocina donde se reúnen los jubilados a charlar, a contar sus anécdotas. […] ese es el gran movimiento que se tiene todos los días de lunes a viernes y sirve para quien visita el museo, para contactarse de primera mano con quien trabajó en el lugar, contarle su historia. Sábados y domingos son para actividades que pueden hacerse en el patio, como algún proyecto de restauración o mantenimiento del museo”.




Desde 2008, este espacio cultural comparte el mismo lugar con uno de salud. Tal vez por ello es que resulta vital para aquellxs jubiladxs que lo visitan diariamente. Edgardo cuenta que la pandemia ha sido “el peor momento” que han atravesado en dieciséis años de existencia, porque precisamente el “distanciamiento social” impidió esas reuniones vitales. “Va a costar un poco volver a reunirnos y empezar a proyectar cosas de nuevo”.

“Estamos bastante tristes, hemos perdido tres o cuatro personas, con esto de la pandemia […] Hace dos meses atrás, falleció un viejito. No murió de Covid, murió de tristeza. Una persona que vivía casi a 40 metros del museo, estaba acostumbrada, era como su horario de trabajo. Llegaba a las dos y media, y se iba a las seis [de la tarde]. Estaba acostumbrado a ir todos los días y ya no pudo venir más y se quedó en su casa”.

El pequeño museo tiene como “primer visitante” ese “habitante”; aquel que lo habita de manera tan visceral que se torna vital. Ese grupo de socixs jubiladxs, trabajadorxs, vecinxs, jóvenes es su sentido de existencia.




Habitar el museo hace que la Asociación “Amigos de Tren” no deje de imaginarse nuevos espacios y más rescates de la historia, como el Archivo. Durante el año 2020, proyectaron y armaron un espacio físico adecuado para el material documental (que se estima trabajar junto con la Universidad Nacional de la Patagonia Austral, UNPA). Otro espacio recuperado fue la cancha de tejo en el patio como lugar recreativo.

Finalmente, Edgardo expresa: “Nosotros siempre estamos trabajando en pos de preservar el patrimonio histórico del lugar, de lo que era el complejo ferroportuario de la costanera”. El objetivo de lxs amigxs del tren denota la puesta en valor y la permanencia de una identidad común local, a su vez compartida con el país, que se ve superada en las mismas acciones que realizan.

Estos hombres y mujeres sureñxs trabajan para la salud de toda una comunidad del mismo modo que lxs profesionales de la salud. Es que, en tiempos de pandemia, lo esencial es invisible a los ojos.

Texto para ATM: Julieta Rausch

Edición de texto: Ignacio Fernández del Amo.

Créditos de fotos: Edgardo Gallardo.



1 Conversación telefónica mantenida con Edgardo Gallardo el 17 de octubre de 2020.

2 Edgardo Gallardo es presidente de la Asociación “Amigos del Tren” y encargado del Museo Ferroviario Roberto Galian, de Río Gallegos, Provincia de Santa Cruz.

3 Léase nota del blog del año 2015: http://trabajadoresdemuseos.blogspot.com/2015/05/museo-ferroviario-villars-domingos-de.html

4 Ferrocarriles Argentinos, Yacimientos Petrolíferos Fiscales, Yacimientos Carboníferos Fiscales, Ministerios de Obras Públicas.

5 Asociación Trabajadores del Estado.

6 Conversación telefónica mantenida con Edgardo Gallardo el 17 de octubre de 2020.

7 Facebook: Museo Roberto Galian.

8 Dicha recreación solo fue posible gracias al trabajo en conjunto con el Museo Minero de Río Turbio.