Lo político en la contrucción historiográfica de la museografía presentada en el Museo Histórico Nacional de Chile. Por Juan Carlos Mege

27.6.09 - 


Articular históricamente el pasado no significa conocerlo como verdaderamente ha sido. Significa apoderarse de un recuerdo tal como éste relampaguea en un instante de peligro. Al materialismo histórico le concierne aferrar una imagen del pasado tal como ésta le sobreviene de improviso al sujeto histórico en el instante del peligro. El peligro amenaza lo mismo al patrimonio de la tradición que a quienes han de recibirlo. Para ambos es uno y el mismo: presentarse como herramienta de la clase dominante. En cada época ha de hacerse el intento de ganarle de nuevo la tradición al conformismo que está a punto de avasallarla. Pues el Mesías no viene sólo como redentor; viene como vencedor del Anticristo. Sólo tiene el don de encender en el pasado la chispa de la esperanza aquel historiador que esté traspasado por la idea de que tampoco los muertos estarán a salvo del enemigo cuando éste venza. Y este enemigo no ha cesado de vencer. Walter Benjamin Mi análisis para aproximarme al concepto de nación a través de fragmentos de la museografía del museo histórico, parte de la distinción que el estructuralista francés Roland Barthes hizo en su texto "La cámara lúcida" entre studium y punctum. Studium comprendido como el acercamiento científico, que pierde su idea central versus Punctum que es el pequeño detalle del ojo que lo mira. En nuestro caso, miraremos desde una disciplina que juega con el contenido y su forma, la museografía, que a partir de objetos inanimados, construye un guión que dinamiza una historia que se cuenta visualmente para el espectador. La muestra, como producto del proceso de construcción museográfica se traduce en un conjunto de objetos presentados o puestos en escena (a través de las cédulas, vitrinas, iluminación, paneles, etc.) que dan coherencia a una historia que tiene un principio y un fin. El concepto de lo político en las exhibiciones museográficas se presenta como un elemento que permite hacerse cargo de una política de conservación de ciertos objetos que, en la búsqueda de representación de la historia, constituyen identidades en las que subyace el concepto de nación. El museo, como espacio legitimador de discursos, respalda y a su vez, autoriza una política de colecciones. En el transcurso del tiempo, va construyendo una memoria que a través de los objetos nos entrega una imagen identitaria, constituyente de sujetos sociales reconocidos en una particular simbolización de su pasado. Los objetos, físicamente instalados, dispuestos en una matriz o guión lógicamente organizado, buscan crear una línea de tiempo donde la realidad se suspende en la materialidad de las piezas, que liberan el mito político. Toda museografía racionalmente afirmada, se hace presa de la objetividad, de la posibilidad (siempre fallida) de hacer de la historia una política objetiva. La museografía es una manera de constituir cuerpos discursivos, a partir del patrimonio tangible e intangible. Con el uso del dispositivo de la repetición y la diferencia, se articulan discursos que desde el fragmento físico – material - corporativo intentan construir imaginarios sociales (la ilusión de la totalidad). Nuestra trayectoria de observación se inicia en el Museo Histórico Nacional de Chile, edifico de estilo arquitectónico neoclásico ubicado en pleno corazón de la ciudad, entre la Municipalidad de Santiago y el Correo Central, frente a la Plaza de Armas. Sus colecciones están conformadas por pinturas históricas, piezas arqueológicas, muebles, instrumentos musicales, armas, numismática, textiles y artesanías, que integralmente en su exhibición, se dan a conocer en 17 salas. Además cuenta con una colección iconográfica que incluye dibujos, grabados, acuarelas, mapas, planos afiches y más de 500.000 fotografías. En la primera planta se encuentra representado el período prehispánico y en el segundo nivel, se concentran parte del período colonial y el período republicano hasta el gobierno del presidente Salvador Allende G. El supuesto de la política de colecciones de un museo es que se constituye historia de una nación a partir de ciertos objetos que contarían de manera objetiva como fueron aconteciendo los hechos. Los objetos son ordenados a partir de una lógica de confianza en el progreso, confianza en la fuerza, en la justicia y en la prontitud de las reacción que se forma en el seno de las masas (a ellos se apela), y que adhiere a esta instalación de nación. Esto permitiría a la museografía levantar un concepto de historia y hacerse cargo de él. Por lo tanto, la filosofía política que subyace a la museografía histórica nos remite a la imagen de la integración, es decir, se apuesta a una identidad conformada a partir de una afirmación implícita. A través de los objetos expuestos se muestra una clase política que, en el siglo XIX, consolida la idea de estado nación. Con los objetos de carácter suntuario que tienen un claro origen Europeo, se constituye una historia que articula una vida social de los dirigentes políticos criollos con la vida social del mundo europeo de la época. El presentar ropaje y adornos del atuendo como colleras, sombreros, bastones es la elección y el pretexto para hablar de una historia en que "la nación chilena" no sólo es parte de un mundo con un proyecto de progreso, sino que la vida cotidiana suntuaria de sus dirigentes está integrada en cuanto a sus gustos en el vestir y en la decoración hogareña, al mundo europeo y a su utopía. La sala, con pinturas de gran formato, muestra retratos de los personajes de la época en situaciones coloquiales complementados con vitrinas que contienen objetos personales y domésticos. Las cédulas relatan fragmentos de la historia que intentan contextualizar esto objetos en una historia mayor. Para el espectador ¿dónde estará el mayor peso de lo que se desea contar? En el objeto exhibido o en la cédula que hace un esfuerzo frustrado de conectar el pequeño objeto con el macroproceso histórico. Se describe de Portales en el guión museográfico: "su paso por el poder lo distingue como un exitoso ejecutivo, con un altísimo sentido de servicio público, capaz de aglutinar a un equipo notable de administradores a su alrededor. Paralelamente mostró una dureza implacable contra sus opositores..." En el contexto general de la sala que muestra el período portaleano, esta interpretación histórica podría pasarse por alto y no ser percibida si la mirada tan sólo fuera seducida por los objetos. Una museografía que relata la historia de una nación se hace cargo de los objetos de la clase dominante del momento, instalándolos en la carroza de la victoria para ser mostrados a todos los espectadores que ingresan a conocer el Pasado Histórico de Chile. Lo que subyace en esta museografía que se hace cargo de los objetos suntuarios del período portaleano, es la idea de la salvación ante la amenaza del peligro de muerte o la posibilidad de anulación del estado nación en forma. Los elementos escogidos y presentados significan integrar el proyecto nacional a una situación de progreso inmediato y al mismo tiempo una identificación hacia el conjunto de los ciudadanos reforzando la idea de una comunidad homogénea que adhiere voluntariamente al resguardo y a la protección de estos objetos como símbolos de un pasado compartido. La distinción entre la idea política de nación y la pretensión museográfica no es nada de fácil. Pareciera que no es solamente un problema de colecciones de un museo en particular, el problema no está contenido en la búsqueda de objetos más o menos representativos de una manera de constituir nación. En definitiva no es un problema del objeto, sino de una interpretación mayor que nos habla de cómo se legitima una determinado sector social que es digno de donar sus objetos a un museo para ser mostrados como historia nacional...ya sea porque hay una necesaria imposición de la identidad del donante, un nombre propio... que, al firmar, impone su singularidad. Ya sea porque el objeto dado se encarga de sustantificar al donador, proporcionándole una identidad que puede ser la de un sujeto colectivo. (Jean-Louis Déotte). La última sala de la muestra permanente del museo histórico, exhibe el período de gobierno de la unidad popular. El cambio sorprendente en esta exhibición está dado por la carencia de objetos que son reemplazados por elementos documentales. A la salida de la sala se ubica una pequeña vitrina que contiene la única pieza testimonial de una época: Los lentes quebrados del presidente Allende que simbolizan la tragedia de La Moneda. Aparece en esta escena del guión este elemento efectista que da la sensación de ser el único sobreviviente de un período oscuro donde el referente de la materialidad se diluye en la incapacidad de tener una política de colecciones que al igual que en las otras salas nos remita a constituir un pasado a partir de piezas que objetivicen el período. La museografía en este caso invierte el orden de la lógica total del museo, minimizando la superficie de inscripción del relato en el objeto. La sala está compuesta a partir de fotocopias en blanco y negro que van relatando el período. Sin embargo, la mirada del visitante tiende a detenerse en los lentes rotos que sintetizan, de acuerdo a la museografía, el quiebre institucional y la tragedia de un período que es exhibido en blanco y negro. Ante la evidencia, el guión enmudece. La pregunta es ¿hay una idea de nación en la política de colecciones que se desarrolla en la museografía histórica chilena? No es acaso la repetición del dato lo que finalmente se certifica. No hay acontecimientos sin superficie de inscripción. La nación, sus teatros de memorias, sus historiografías, sus museos, constituyen esa superficie de inscripción que va quedando como las huellas de impresiones superpuestas que adquieren su sentido y eficacia en un tiempo posterior a su primera inscripción. Esto pone en cuestión la fe ingenua en la existencia; es decir el realismo del dato. El conocimiento del pasado, el recuerdo se le presenta a la sociedad como un acontecimiento que se enfrenta al peligro de la desaparición por lo tanto el recuerdo se transforma en un puente entre un presente que confirma la existencia de un pasado ... en la lógica de una muestra, el apego a un objeto es la posibilidad de sujetar el recuerdo. Son solamente los nombres los que, gracias a su número finito, a su permanencia (rigidez) y a su distribución, constituyen la identidad de la comunidad.
Si ese niño no tiene nombre, no es nada, no puede existir. Los seres humanos son nombrados o no existen. F. Lyotard. [1]
BIBLIOGRAFÍA.
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Déutte, Jean-Louis (1998) Catástrofe y Olvido. Las Ruinas, Europa, el Museo. Santiago,1998. Editorial Cuarto Propio.
García Canclini, Néstor (1992) Culturas Híbridas. Estrategias para entrar y Salir de la Modernidad. México D.F., Editorial Grijalbo.
Habermas, Jürgen (1989) Identidades Nacionales y Postnacionales. Madrid, Editorial Tecnos.
Lyotard, Jean-Francoise (1988) La Diferencia, Barcelona, Editorial Gedisa. Ranciere, Jaques (1996) El Desacuerdo, Política y Filosofía. Buenos Aires, Ediciones Nueva Edición.
_________(1994) En los Bordes de lo Político. Santiago, Editorial Universitaria. Subercaseaux, Bernardo (1996) Chile, ¿un País Moderno? Santiago, Ediciones B.
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[1] Lyotard, Jean-Francoise (1988) La Diferencia, Barcelona, Editorial Gedisa. Revista de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile ISSN 0717-2869

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