LA CRISIS DE LOS MUSEOS DE HISTORIA. Dr. Luis Gerardo Morales Moreno - México

29.4.09 - 
Se trata de hacer lo más accesible posible para el público no especializado cuál es el estado general de la cuestión relativa entre museos e historia; entre representación museográfica e historiografía. Ante todo hace falta comprender la especificidad del género de los museos de historia con relación a otros, como son los de arte, ciencias o etnología. En la actualidad, los museos de historia en México, atraviesan por una crisis de paradigma representacional y de prácticas culturales que requiere ser analizado. Para ello, planteo por lo menos cuatro ejes temáticos.En primer lugar, consideramos que los museos de historia constituyen una dimensión representacional de la historiografía o sea, no sólo de los hechos ocurridos, sino también de sus relatos y sus prácticas comunicativas (ritos, gramática objetivada, escenificaciones). Porque el museo en general, además de constituir un medio de transmisión de cánones científicos y estéticos, opera como un espacio de sociabilidad. En el caso de los museos de historia, como ocurre en numerosos museos latinoamericanos del género histórico-arqueológico desde comienzos del siglo XX, la transmisión de saberes sobre el pasado se acompaña de prácticas comunicativas, como las del sistema escolar o las de los rituales cívicos-políticos. Los procesos de formación de los estados nacionales hicieron de los museos históricos espacios de construcción de sociabilidades modernas como las de la ciudadanía letrada, junto con símbolos de unidad del Estado. Un proceso semejante ocurre en los museos nacionales de Washington, Londres, París o Berlín, que recrearon en sus reliquias colectivas imaginarios patrióticos (e imperiales) e hicieron de los museos de historia templos de identidad. Está por verse si en las sociedades post-coloniales resulta viable pensar en un paradigma representacional post-nacional. Un segundo eje plantea la diferente forma de narración de la escritura historiográfica con respecto a la museografía. La linealidad y abstracción del trazo escriturístico no mantiene relación alguna con la corporeidad de los objetos museográficos. La lectura de las colecciones museográficas se experimenta en un espacio fragmentario de mirada dirigida. Parece una gramática objetivada porque su relato se configura también mediante un comienzo, un desarrollo y un final. Sin embargo, la fragmentación del espacio museográfico hace discontinuos los tejidos narrativos, y los significantes del objeto museográfico son irreductibles a un significado preciso. Éste sólo se obtiene mediante los referentes culturales y educativos que producen el sentido de cualquier exposición museográfica. El estudio de los museos históricos requiere de teorías de la referencialidad. En consecuencia, las visitas guiadas, las audio-guías, los folletos informativos y todas aquellas herramientas que desarrollen mejor los programas narrativos de las exposiciones, tienden a un mejoramiento cualitativo de los mensajes museográficos. Lejos de imponer el silencio, los museos de historia requieren del retorno de la oralidad. Tercero, un museo histórico, a diferencia de un libro de historia, no puede rescribirse varias veces para ofrecernos nuevos datos sobre los modos dominantes de pensar y mirar la historia en diferentes momentos. La actualidad de las distintas versiones museográficas no se realiza de manera tan pronta como ocurre en el campo literario. Si hay una museografía histórica longeva, en México, por ejemplo, es justamente la que se sustenta todavía en concepciones historiográficas y pedagógicas provenientes del mundo liberal y positivista de fines del siglo XIX. Desde el viejo Museo Nacional hasta el actual Museo Nacional de Historia en sus diferentes versiones museográficas de 1945, 1982 o 2005, el pasado de México sigue siendo representado bajo un marco referencial empirista. Se requiere “repensar” qué debemos entender por “lo permanente y lo temporal” en las salas históricas, pues la brecha entre historiografía contemporánea y museos históricos es cada vez más grande e insalvable. Nuestro cuarto eje teórico se sirve de esta capacidad del museo de “congelar” las imágenes que nos quedan para correlacionarlas con las prácticas discursivas y simbólicas con las que esos objetos se han relacionado en el tiempo. En síntesis, la representación museográfica histórica permite observar la condición reproductora de las hegemonías ideológicas. El poderoso efecto de unidad simbólica que recrean las museografías históricas sigue revelando las ironías y las contradicciones del mundo contemporáneo. Al respecto cabe reflexionar sobre los espacios de subalternidad de la historia y su viabilidad en las representaciones hegemónicas. Temas como las mujeres, los marginados, la homosexualidad, las minorías étnicas, las migraciones, etc., resultan cada vez más de urgente reflexión en las museografías históricas. En este sentido tiene gran actualidad el tema de la representación museográfica de historia porque en el contexto mexicano, durante los años del sexenio gubernamental 2000-2006, ha habido algunos intentos jurídicos por modificar el aparato corporativo cultural del Estado. Al mismo tiempo, los sindicatos de ese aparato burocrático “congelaron”, como en el Museo de Cera, formas de perpetuar una soberanía laboral e ideológica sobre el pasado histórico de México. Las propuestas legislativas gubernamentales no han sido convincentes y todavía no están a la altura de un debate que además de político o jurídico, también es de índole intelectual. El mejor ejemplo de la esclerosis del sistema corporativo educativo (la Secretaría de Educación Pública y las universidades públicas), se ubica en el espacio de los museos de historia, convertidos en álbum de estampitas, con formas pedagógicas de hace cincuenta años y sin posibilidades de renovarse técnica y profesionalmente. Por otra parte, el sistema escolarizado ha convertido a la historia, en una maestra de la vida, regañona y aburrida. El divorcio entre el museo histórico y la institución histórica, entre los museos y las organizaciones académicas y profesionales, hizo del género histórico-arqueológico una especie de sistema único de representación momificada. La crisis de los museos históricos, por su rezago didáctico e intelectual, debe ser atendida con urgencia por las organizaciones profesionales y de especialistas, así como por las políticas educativas más progresistas.
Texto presentado en el 29º Congreso Anual del ICOFOM - 15º Congreso Regional del ICOFOM LAM, realizado en el Museo Estancia Jesuítica de Alta Gracia en el año 2006.
http://www.museoliniers.org.ar