Museo, escuelas y comunidades: Lazos para la creación de espacios
comunes
EL
Museo Nacional de la Estancia Jesuítica
de Alta Gracia comparte un proyecto de educación y activación patrimonial con
diferentes comunidades de los Valles Paravachasca y Calamuchita. El mismo lleva
siete años de trabajo sostenido y marca un antes y un después en la manera de
pensarnos como institución cultural, en los modos de pensar la transmisión y
construcción de conocimientos como así también interpelarnos acerca de las
decisiones políticas en torno a la educación.
Si
bien el inicio del proyecto estuvo fuertemente ligado al trabajo curricular
vinculado a la problemática identitaria, a medida que avanzamos en el trabajo
fuimos encontrando razones históricas y patrimoniales que otorgaron un plus a
la relación pedagógica y fortalecieron las decisiones políticas del museo de
traspasar los muros, entendiéndolo como un territorio y a su comunidad como agentes de
patrimonialización.
Contexto en
el que se realiza la intervención:
Las
escuelas están ubicadas a una distancia promedio de 80 km de la ciudad de Córdoba,
tienen solamente una o un docente para todos los grados y la dirección a su
cargo y han sufrido un descenso en la matrícula debido a las migraciones de los
pobladores hacia las vecinas ciudades.
Esta
marcada disminución en la matrícula de las escuelas se evidencia en dos
momentos históricos puntuales: los años 60 y los 90. Al conversar con los
maestros y lugareños relatan que éstas eran antiguamente poblaciones campesinas
que vivían con una economía doméstica de subsistencia complementando el trabajo
de cría de animales con actividades artesanales y minería a pequeña escala.
Explican estos cambios por decisiones políticas, asociadas en un primer
momento, al cierre de las canteras y al respaldo a los empresarios de la
madera, en detrimento de los trabajos rurales, lo que cercenó las posibilidades
de los pobladores de quedarse en el lugar provocando un primer desplazamiento
hacia la ciudad vecina en los años 60 en busca de mejores condiciones
laborales. El segundo momento, enmarcado en las políticas neoliberales de los
90, se caracteriza por el aumento de la pobreza y el desempleo asociado al
avance de la expropiación fraudulenta y venta de tierras ligados a los
agronegocios y al turismo. Estas políticas han afectado no sólo la economía del
lugar sino también la vida cotidiana trayendo como consecuencia procesos de
descampesinización que han impactado negativamente en la matrícula escolar.
De las razones históricas y patrimoniales:
En
el andar del proyecto “Museo y escuelas:
Un nuevo espacio para valorar el patrimonio” descubrimos un conjunto de
factores que nos unen especialmente a las comunidades: la geografía, la
historia y el patrimonio cultural. Éstos
son puntos de encuentro que
otorgan un plus a la relación pedagógica
debido a que el museo fue originariamente una residencia jesuítica del S
XVII, formaba parte, junto a otras construcciones, de una unidad productiva que
funcionaba mediante puestos ganaderos distribuidos estratégicamente en las
zonas serranas; estos puestos están cercanos a las escuelas con las que
llevamos adelante este proyecto. Este lazo con la comunidad nos convoca a la
reconstrucción de una memoria colectiva que permite comprender el importante
rol que jugaron estos puestos en el marco de la Estancia Jesuítica como así
también la presencia de la mano de obra esclavizada en dichos lugares dejando
entrever memorias subalternas e
invisibles. Al respecto, la memoria de los negros esclavizados durante mucho
tiempo formó parte del discurso histórico pero de una manera secundaria. Desde
el año 2000, con la declaratoria de la Red de Estancia Jesuíticas como
Patrimonio de la Humanidad, comenzó una política de revalorizacion y
visibilización de esas memorias asumiendo la institución una visión crítica.
Reconocernos como sitio
de memoria de la esclavitud implicó una progresiva incorporación
de estos relatos tanto en su guión histórico como museográfico.
A
partir de esta historia en común, nos encontramos también con un patrimonio
compartido, puesto que Alta Gracia tuvo una configuración rural hasta bien
entrado el siglo XX. El
museo tiene un acervo que para los visitantes usuales provocan asombro, lo
vinculan a un tiempo pasado, sin embargo,
para las comunidades rurales, es familiar, son parte de su historia
cotidiana y portadores de memorias, que
nos permitieron conocer el devenir de las prácticas culturales de esta región. Estos
descubrimientos, a partir del intercambio, habilitó la concreción de talleres que permitieron
ahondar en esta relación histórica entendida como un proceso con sus rupturas y
continuidades.
El
desarrollo de talleres vinculados a los oficios tradicionales en la zona y
también comunes a la época de la Estancia Jesuítica (tejido, cuero,
carpintería) favoreció reconocer saberes locales como así también nos
interpelaron acerca del sentido de recuperar
estas prácticas. En el contexto actual, el trabajo artesanal tiene
escasa salida laboral; las exigencias impositivas dificultan entrar en el
circuito productivo y la escasez de la materia prima es un condicionante;
desarrollar estos talleres pareciera responder a la necesidad de mantener una tradición. Nos cuestionamos entonces la
idea de tradición y patrimonio ligado a lo heredado y necesario de perpetuar,
para darle carnadura en la cultura como hecho social y a las disputas por la
hegemonía de aquello que se construye como tradición. Pensamos en términos de tradición selectiva (William: 1980) y
nos preguntamos si es posible, en este contexto, resignificar las prácticas
para que puedan contradecir lo hegemónico. Se planteó entonces la posibilidad
que las producciones de los talleres pudieran entrar en un circuito de venta
más genuino y la posibilidad de otra salida económica.
Algunos cambios importantes:
A medida que fue transcurriendo el tiempo, las
relaciones de confianza con la comunidad fueron afianzándose y comenzamos a
encontrarnos en situaciones que nos llevaron a profundizar el trabajo de
acuerdo a las problemáticas identitarias identificadas en cada comunidad como
necesarias de profundizar.
Se delinearon así dos sub
proyectos de trabajo, uno de ellos apunta a la recuperación de
prácticas culturales, historias locales y lugares de la zona; en el marco de
éste se pudo concretar un C.D titulado “Querencia
Serrana” con canciones compuestas entre la comunidad y músicos
independientes de la region que se sumaron al trabajo comunitario. Con este
material se realizaron varias presentaciones en fiestas patronales y escenarios
de instituciones públicas. También se participó de la feria del Libro de la
ciudad de Córdoba con narraciones de
historias del lugar. Se compartieron otras actividades con los grupos la Murga Cuentera y Agarrate Catalina y artistas como Luis
Pescetti, entre otros. Todas estas acciones permitieron contar historias
cotidianas, transmitir el sentido de las prácticas, los saberes de la zona y
también denunciar los derechos vulnerados. Este proceso dio lugar a la
participación cada vez más activa de la comunidad que se hizo tangible, en la
conformación de la primera orquesta social serrana en la zona con gente de
todas las edades, que además de componer las canciones, acompaña
instrumentalmente a las mismas y las difunde.
El segundo eje de trabajo se vincula al Patrimonio
natural, apela al conocimiento y reflexión de nuestra flora y fauna nativa.
Permite abordar la problemática socio ambiental que viven estas localidades.
Las políticas neoliberales y la prioridad otorgada a los empresarios se evidenciaron en el desmonte, la desvalorización
de los conocimientos locales sobre la naturaleza que tampoco son tenidos
en cuenta para el trazado de caminos y el desarrollo urbano. Lo conocido como
“progreso” fue en detrimento de las necesidades cotidianas y del paisaje
autóctono. Durante los años trabajados con estas comunidades se diseñó un
sendero de interpretación, revalorizando las plantas nativas, sus usos y
funciones, también se elaboraron folletos informativos para el turismo y se
editó un diccionario de flora y fauna autóctona recuperando los saberes
locales. De este último se planteó la necesidad de armar una biblioteca popular
que funciona en el dispensario comunal, pensada por los lugareños como “lugar de encuentro, “para que juntos podamos
hacer algo” y “donde la cultura se
junte”. Si bien la misma está en
proceso de conformación, la idea es que quede
en manos de los lugareños y permita “escribir lo que nunca nadie se ocupó de contar de estos lugares.”[1]Estas
acciones fueron posibles gracias a numerosas instituciones y profesionales que
se sumaron desinteresadamente al proyecto, aporte que comenzó a vivirse como
mancomunado.
De la escuela pública en campos
privados al Fortín Gaucho como
espacio común.
En estos años,
algunas escuelas se han cerrado, sin
embargo los lugareños se convocan para defenderlas como espacio públicos que
les pertenecen, estrechamente ligados a la cultura y a la identidad, apoyadas
por un museo que busca correrse de las acciones paternalistas, construir diálogo
con la comunidad y poder encontrar en conjunto respuestas situadas a los
derechos culturales que son vulnerados, reconociéndola como espacio de
participación directa y vehículo de patrimonialización.
La escuela de Golpe de Agua “anduvo remolineando entre las sierras”, hasta que un lugareño
cediera un terreno para la construcción de un edificio para tal fin. La escuela
llegó a tener más de sesenta alumnos.
Actualmente está pronta a cumplir 95 años y ante la falta de alumnos se
cerró; hoy está rodeada de campos privados y hasta una tranquera con candados
interfiere el camino público que conduce a la escuela. “Es muy triste ver cerrada a la escuela donde aprendí tantas cosas”,
“nosotros crecimos acá y tenemos que defender lo nuestro, yo no sé qué nos pasa
que miramos más los ricos de afuera que a los pobres de adentro…yo soy un
agradecido de la educación que recibimos acá, porque la educación es lo
nuestro”. Estas expresiones de un lugareño dan cuenta del sentido de
pertenencia con el lugar y con la institución educativa. Si la ciudadanía se
construye en base a los conceptos de participación y pertenencia, la propuesta
de recuperar la escuela como un espacio común permite concretar la posibilidad
de un encuentro comunitario que
fortalezca los lazos y habilite la toma de decisiones.
En
ese contexto, en el mes de abril nos reunimos para pensar como apropiarnos del
espacio que se cerraba con la idea de que “siga
irradiando cultura”; la propuesta de los actores locales fue entonces
recuperar y revivir el Fortín Gaucho Atahualpa Yupanqui y en ese proceso
estamos trabajando juntos.
“” .El fortín
expresa la cultura serrana, donde
nuestras raíces se expresan no solo a través de un caballo o la ropa gaucha,
sino del sentir de la tierra “es propio de cada paraje, o comunidad y
en el mismo se realizan fogones, cocinas
criolla, danzas, recitado y destrezas
gauchas y desde aquí se participa representando la localidad en espacios
patrimoniales, fiestas patronales y desfiles patrios.
Esta
propuesta que nació colectivamente es vivida como una esperanza, como la
posibilidad de transformar la realidad de recrearnos. En palabras de Atilio,
lugareño de Golpe de Agua, “el fortín, significa algo muy
importante porque está atrayendo a la gente, a la juventud, a todos y que esto
está volviendo están muy contentos porque acá la gente se ha quedado sin nada,
sin escuela, sin nada, no tenía nada nada nada absolutamente nada, ahora por lo
menos hay fortín y hay proyectos de cultura, de baile, de danza, ahora la gente
no se encuentra tan sola abandonada, veo que esta gente que se ha reunido hoy
está demasiado contenta, porque está viviendo de nuevo”.
Olga
Bartolomé, Romina Osuna y Mariano Giosa.(integrantes del espacio educativo del
Museo de la Estancia Jesuítica de Alta Gracia- Casa del Virrey Liniers)
[1]
En cursiva, expresiones de lugareños obtenidos en entrevistas conversaciones y
notas periodísticas-