ALTA GRACIA: Museos, escuelas y comunidades

19.11.15 - 
Museo, escuelas y comunidades: Lazos para la creación de espacios comunes

EL Museo Nacional  de la Estancia Jesuítica de Alta Gracia comparte un proyecto de educación y activación patrimonial con diferentes comunidades de los Valles Paravachasca y Calamuchita. El mismo lleva siete años de trabajo sostenido y marca un antes y un después en la manera de pensarnos como institución cultural, en los modos de pensar la transmisión y construcción de conocimientos como así también interpelarnos acerca de las decisiones políticas en torno a la educación.
Si bien el inicio del proyecto estuvo fuertemente ligado al trabajo curricular vinculado a la problemática identitaria, a medida que avanzamos en el trabajo fuimos encontrando razones históricas y patrimoniales que otorgaron un plus a la relación pedagógica y fortalecieron las decisiones políticas del museo de traspasar los muros, entendiéndolo como un territorio y a  su comunidad como agentes de patrimonialización.

Contexto en el que se realiza la intervención:

Las escuelas están ubicadas a una distancia promedio de 80 km de la ciudad de Córdoba, tienen solamente una o un docente para todos los grados y la dirección a su cargo y han sufrido un descenso en la matrícula debido a las migraciones de los pobladores hacia las vecinas ciudades.
Esta marcada disminución en la matrícula de las escuelas se evidencia en dos momentos históricos puntuales: los años 60 y los 90. Al conversar con los maestros y lugareños relatan que éstas eran antiguamente poblaciones campesinas que vivían con una economía doméstica de subsistencia complementando el trabajo de cría de animales con actividades artesanales y minería a pequeña escala. Explican estos cambios por decisiones políticas, asociadas en un primer momento, al cierre de las canteras y al respaldo a los empresarios de la madera, en detrimento de los trabajos rurales, lo que cercenó las posibilidades de los pobladores de quedarse en el lugar provocando un primer desplazamiento hacia la ciudad vecina en los años 60 en busca de mejores condiciones laborales. El segundo momento, enmarcado en las políticas neoliberales de los 90, se caracteriza por el aumento de la pobreza y el desempleo asociado al avance de la expropiación fraudulenta y venta de tierras ligados a los agronegocios y al turismo. Estas políticas han afectado no sólo la economía del lugar sino también la vida cotidiana trayendo como consecuencia procesos de descampesinización que han impactado negativamente en la matrícula escolar.

De las razones históricas y patrimoniales:

En el andar del proyecto “Museo y escuelas: Un nuevo espacio para valorar el patrimonio” descubrimos un conjunto de factores que nos unen especialmente a las comunidades: la geografía, la historia y el patrimonio cultural. Éstos  son  puntos de encuentro que otorgan un plus a la relación pedagógica debido a que el museo fue originariamente una residencia jesuítica del S XVII, formaba parte, junto a otras construcciones, de una unidad productiva que funcionaba mediante puestos ganaderos distribuidos estratégicamente en las zonas serranas; estos puestos están cercanos a las escuelas con las que llevamos adelante este proyecto. Este lazo con la comunidad nos convoca a la reconstrucción de una memoria colectiva que permite comprender el importante rol que jugaron estos puestos en el marco de la Estancia Jesuítica como así también la presencia de la mano de obra esclavizada en dichos lugares dejando entrever  memorias subalternas e invisibles. Al respecto, la memoria de los negros esclavizados durante mucho tiempo formó parte del discurso histórico pero de una manera secundaria. Desde el año 2000, con la declaratoria de la Red de Estancia Jesuíticas como Patrimonio de la Humanidad, comenzó una política de revalorizacion y visibilización de esas memorias asumiendo la institución una visión crítica. Reconocernos como sitio de memoria de la esclavitud implicó una progresiva incorporación de estos relatos tanto en su guión histórico como museográfico.
A partir de esta historia en común, nos encontramos también con un patrimonio compartido, puesto que Alta Gracia tuvo una configuración rural hasta bien entrado el siglo XX. El museo tiene un acervo que para los visitantes usuales provocan asombro, lo vinculan a un tiempo pasado, sin embargo,  para las comunidades rurales, es familiar, son parte de su historia cotidiana y portadores de memorias,  que nos permitieron conocer el devenir de las prácticas culturales de esta región. Estos descubrimientos, a partir del intercambio, habilitó  la concreción de talleres que permitieron ahondar en esta relación histórica entendida como un proceso con sus rupturas y continuidades.
El desarrollo de talleres vinculados a los oficios tradicionales en la zona y también comunes a la época de la Estancia Jesuítica (tejido, cuero, carpintería) favoreció reconocer saberes locales como así también nos interpelaron acerca del sentido de recuperar  estas prácticas. En el contexto actual, el trabajo artesanal tiene escasa salida laboral; las exigencias impositivas dificultan entrar en el circuito productivo y la escasez de la materia prima es un condicionante; desarrollar estos talleres pareciera responder a la necesidad de mantener una tradición. Nos cuestionamos entonces la idea de tradición y patrimonio ligado a lo heredado y necesario de perpetuar, para darle carnadura en la cultura como hecho social y a las disputas por la hegemonía de aquello que se construye como tradición. Pensamos en términos de tradición selectiva (William: 1980) y nos preguntamos si es posible, en este contexto, resignificar las prácticas para que puedan contradecir lo hegemónico. Se planteó entonces la posibilidad que las producciones de los talleres pudieran entrar en un circuito de venta más genuino y la posibilidad de otra salida económica.

Algunos cambios importantes:

A medida que fue transcurriendo el tiempo, las relaciones de confianza con la comunidad fueron afianzándose y comenzamos a encontrarnos en situaciones que nos llevaron a profundizar el trabajo de acuerdo a las problemáticas identitarias identificadas en cada comunidad como necesarias de profundizar.
Se delinearon así dos sub proyectos de trabajo, uno de ellos apunta a la recuperación de prácticas culturales, historias locales y lugares de la zona; en el marco de éste se pudo concretar un C.D titulado “Querencia Serrana” con canciones compuestas entre la comunidad y músicos independientes de la region que se sumaron al trabajo comunitario. Con este material se realizaron varias presentaciones en fiestas patronales y escenarios de instituciones públicas. También se participó de la feria del Libro de la ciudad de Córdoba  con narraciones de historias del lugar. Se compartieron otras actividades con los grupos la Murga Cuentera y Agarrate Catalina y artistas como Luis Pescetti, entre otros. Todas estas acciones permitieron contar historias cotidianas, transmitir el sentido de las prácticas, los saberes de la zona y también denunciar los derechos vulnerados. Este proceso dio lugar a la participación cada vez más activa de la comunidad que se hizo tangible, en la conformación de la primera orquesta social serrana en la zona con gente de todas las edades, que además de componer las canciones, acompaña instrumentalmente a las mismas y las difunde.
El segundo eje de trabajo se vincula al Patrimonio natural, apela al conocimiento y reflexión de nuestra flora y fauna nativa. Permite abordar la problemática socio ambiental que viven estas localidades. Las políticas neoliberales y la prioridad otorgada a los empresarios  se evidenciaron en el desmonte, la desvalorización de los conocimientos locales sobre la naturaleza que tampoco  son tenidos  en cuenta para el trazado de caminos y el  desarrollo urbano. Lo conocido como “progreso” fue en detrimento de las necesidades cotidianas y del paisaje autóctono. Durante los años trabajados con estas comunidades se diseñó un sendero de interpretación, revalorizando las plantas nativas, sus usos y funciones, también se elaboraron folletos informativos para el turismo y se editó un diccionario de flora y fauna autóctona recuperando los saberes locales. De este último se planteó la necesidad de armar una biblioteca popular que funciona en el dispensario comunal, pensada por los lugareños como “lugar de encuentro, “para que juntos podamos hacer algo” y  “donde la cultura se junte”. Si bien la misma está  en proceso de conformación, la idea es que quede  en manos de los lugareños y permita “escribir lo que nunca nadie se ocupó de contar de estos lugares.”[1]Estas acciones fueron posibles gracias a numerosas instituciones y profesionales que se sumaron desinteresadamente al proyecto, aporte que comenzó a vivirse como mancomunado.

De la  escuela pública en campos privados al Fortín Gaucho como espacio común.

En estos años, algunas  escuelas se han cerrado, sin embargo los lugareños se convocan para defenderlas como espacio públicos que les pertenecen, estrechamente ligados a la cultura y a la identidad, apoyadas por un museo que busca correrse de las acciones paternalistas, construir diálogo con la comunidad y poder encontrar en conjunto respuestas situadas a los derechos culturales que son vulnerados, reconociéndola como espacio de participación directa y vehículo de patrimonialización.
La escuela  de Golpe de Agua “anduvo remolineando entre las sierras”, hasta que un lugareño cediera un terreno para la construcción de un edificio para tal fin. La escuela llegó a tener más de sesenta alumnos.  Actualmente está pronta a cumplir 95 años y ante la falta de alumnos se cerró; hoy está rodeada de campos privados y hasta una tranquera con candados interfiere el camino público que conduce a la escuela. “Es muy triste ver cerrada a la escuela donde aprendí tantas cosas”, “nosotros crecimos acá y tenemos que defender lo nuestro, yo no sé qué nos pasa que miramos más los ricos de afuera que a los pobres de adentro…yo soy un agradecido de la educación que recibimos acá, porque la educación es lo nuestro”. Estas expresiones de un lugareño dan cuenta del sentido de pertenencia con el lugar y con la institución educativa. Si la ciudadanía se construye en base a los conceptos de participación y pertenencia, la propuesta de recuperar la escuela como un espacio común permite concretar la posibilidad de un encuentro comunitario que  fortalezca los lazos y habilite la toma de decisiones.
En ese contexto, en el mes de abril nos reunimos para pensar como apropiarnos del espacio que se cerraba con la idea de que “siga irradiando cultura”; la propuesta de los actores locales fue entonces recuperar y revivir el Fortín Gaucho Atahualpa Yupanqui y en ese proceso estamos trabajando juntos.
 “” .El fortín expresa la cultura serrana, donde nuestras raíces se expresan no solo a través de un caballo o la ropa gaucha, sino del sentir de la tierra “es propio de cada paraje, o comunidad y en  el mismo se realizan fogones, cocinas criolla, danzas, recitado  y destrezas gauchas y desde aquí se participa representando la localidad en espacios patrimoniales, fiestas patronales y desfiles patrios. 
Esta propuesta que nació colectivamente es vivida como una esperanza, como la posibilidad de transformar la realidad de recrearnos. En palabras de Atilio, lugareño de Golpe de Agua, “el fortín, significa algo muy importante porque está atrayendo a la gente, a la juventud, a todos y que esto está volviendo están muy contentos porque acá la gente se ha quedado sin nada, sin escuela, sin nada, no tenía nada nada nada absolutamente nada, ahora por lo menos hay fortín y hay proyectos de cultura, de baile, de danza, ahora la gente no se encuentra tan sola abandonada, veo que esta gente que se ha reunido hoy está demasiado contenta, porque está viviendo de nuevo”.

Olga Bartolomé, Romina Osuna y Mariano Giosa.(integrantes del espacio educativo del Museo de la Estancia Jesuítica de Alta Gracia- Casa del Virrey Liniers)



[1] En cursiva, expresiones de lugareños obtenidos en entrevistas conversaciones y notas periodísticas-