Desde el año pasado, con el desembarco del
artista francés Boltanski, la Universidad de Tres de Febrero firmó un convenio
por diez años con la Dirección Nacional de Migraciones, para hacerse cargo del
emblemático edificio del Hotel de Inmigrantes, en Retiro, cerrado al público
desde hacía tiempo y declarado Monumento Histórico Nacional junto al
desembarcadero en el año 1990.
Hace algunas semanas y con gran
expectativa, abrieron la exhibición permanente del llamado “Museo de la Inmigración”
titulada “Para todos los hombres del mundo” y publicitada junto a un nuevo
Centro de Arte Contemporáneo (C.A.C)
manejado también por el museo de la Untref dentro del mismo edificio histórico.
El espacio del museo, desplegado en una
sala única, contiene la cronología de la inmigración en nuestro país,
documentos y algunos pocos objetos, muchos recursos audiovisuales e
instalaciones de artistas contemporáneos sobre la temática migratoria y otros
ejes que al parecer resultaron adecuados a los ojos de los curadores.
La sala, sin embargo, no está comprometida
en el espacio en el que está, es decir, podría estar en cualquier otro lugar. La
estructura del edificio no habla por sí sola, necesita ser interpretada con
diferentes recursos para poder contar la riquísima historia que contiene.
El espacio blanco inmaculado, no logra
establecer un vínculo emocional entre lo expuesto y el visitante, que teniendo
presente su propia historia familiar tocada por alguna ola migratoria, al menos
en un gran porcentaje, no se ve reflejado en el relato formal ni en las obras
de los artistas contemporáneos, sin duda valiosos, pero en otro contexto.
El gran espacio del Centro Contemporáneo
que ocupa casi todo el piso tres, propone una serie de videos de artistas
internacionales, que con grandes pantallas tapan lo poco que queda de las instalaciones
originales.
El edificio, incluso ahora, en su
complicada condición estructural, tiene un rol importante en el paso
migratorio, ya que en la planta baja aún funcionan oficinas de la Dirección
Nacional de Migraciones. Puede uno imaginarse haciendo un poco de esfuerzo a
grupos de italianos, españoles, polacos, ucranianos etc., haciendo colas para
el ingreso, bajando de los barcos con sus baúles, sus hijos pequeños,
acomodándose en los grandes dormitorios, tratando de comprender el sistema de
comidas y revisión higiénica, tratando de expresar sus apellidos correctamente,
buscando desesperadamente como comunicarse ante la expectativa de un futuro
incierto. Hoy, y a gran distancia de todo ese aceitado sistema, miles de
paraguayos, peruanos, bolivianos, africanos, etc., circulan por el mismo lugar
tratando de conseguir sus permisos de residencia o haciendo trámites diversos.
El lugar es un puente físico del pasado al presente sobre el cual reflexionar
sobre los exilios voluntarios o forzados, el esfuerzo para insertarse en una
tierra extraña, sobre el amor, el desarraigo, pero también sobre la
construcción, la unión, la búsqueda de oportunidades, el ingenio, la mezcla de
culturas y sus producciones, sobre la mirada de nosotros sobre otros, y la
mirada de los otros sobre nosotros. La inmigración es una temática muy sensible
que incidió fuertemente en la conformación de nuestro país y que ahora se manifiesta con nuevas presencias en fenómenos sociales aún
no desentrañados.
Sin duda el Hotel de Inmigrantes y su nueva
exhibición deberían haber respondido a una serie de consultas públicas, con
proyectos y propuestas abiertas, canalizando en una puesta museográfica las
ideas, objetos e historias que existieron y existen a partir de la llegada de
individuos buscando un futuro mejor. Hubiera sido una experiencia enriquecedora
para todos y no sólo para el arte contemporáneo.
Ver y opinar.
El Museo de La Inmigración y Centro de Arte
Contemporáneo están en Av. Antártida Argentina 1355. Entrada libre y gratuita.
Por ATM: Lucila Pesoa