Cultura limón* - por nuestra gran compañera Valeria Crespo

31.1.16 - 
Cambiar el Estado. Con todo lo que implica hoy ese verbo. Cambiar el viejo Estado, que nos excede a mi, a vos, y a tu abuela también. Osea, que es producto de muchas gestiones, de varias décadas, ni ganadas ni perdidas, años. No sólo lo construye la política partidaria, sino vos también, en tu día a día.
¿Quién no quiere cambiarlo? Bienvenidos al juego de palabras! Yo quiero, siempre quise, desde antes de pertenecer a sus filas, y ahora, dejando de pertenecer, también.
En el Estado, como problemas, no hay solamente ñoquis*’’, hay mala burocracia, negligencia, nepotismo, ineficiencias, leyes tramposas, sindicatos obsecuentes, etc. En otras palabras: Hay mucho para mejorar (que no es lo mismo que “cambiar”, aunque insistan en utilizarlo como sinónimo).
Creo, no soy la única, que lo que está pasando con los despidos masivos estatales no constituye una mejora ni un error de cálculo en donde pagamos algunos justos por muchos pecadores, sino que es un aumento, adrede, del porcentaje de desocupados. Esto permite sueldos bajos para los que tienen trabajo, y produce mucha gente en fila, con necesidad de trabajar, que quiere hacerlo por menos que vos, y así nadie se queja de sueldos que no alcanzan ni pide más. Menudo ciclo. Los desocupados son un daño colateral de un objetivo mucho más grande. Lo digo simple, lo sé, es complejo. Lo cierto es que no es el tema del que me quiero ocupar en éstas líneas, pero quería aclarar mi pensamiento sobre una de las aves que nos sobrevuela y oscurece.
El tema que me ocupa es la Cultura, que está en todos lados, sí, pero una de sus manifestaciones es a través del Estado, de su Política Cultural, sus instituciones varias, sus programas y sus proyectos, entre otras cuestiones. Hay, entonces, una cultura que es política de estado, hay una mirada sobre la cultura y hay una elección: se elige qué es para el Estado la cultura como concepto, y como producirla, difundirla, y en el mejor de los casos, defenderla, protegerla.
En éstos últimos años esa mirada, perfectible y criticable, porque el mismo concepto de cultura en constante evolución lo permite, posibilitó la producción y la apertura de muchos espacios. No fue fácil, los que queríamos colaborar en proyectos culturales, la peleamos lindo: voluntariados, pasantías, variedad de contratos precarios, de locación y contratos de ley marco 48 o planta transitoria, este último una de las modalidades tipo “estables”más usada por el estado, un contrato frágil, y con miles de falencias, pero un contrato de trabajo pago, al fin.
Es por esto que hay una gran cantidad de empleados de Cultura que entraron estos últimos años. Como en mi caso, muchísimos tenemos un contrato con el Estado desde el 2015.
– Mmjumm..., escucho por ahí, con voz crítica, mirada cínica y reprobatoria.
Ojo, esto no implica que trabajamos para el Estado desde esa fecha. Para citar mi caso, yo entré al proyecto Ronda Cultural, parte del Programa Igualdad Cultural del Ministerio de Cultura de la Nación, en julio de 2014 con un contrato de locación, es decir facturaba por mis servicios. Este tipo de contrato funciona/ba como una promesa, si el proyecto seguía, te desempeñabas bien y tu trabajo era necesario, el Estado te cambia a la modalidad de planta transitoria ya mencionada, y pasas a ser un empleado estatal. (En el ideal eh, parte de los despedidos aún trabajaban con otras formas de contrato desde tiempos muy diversos.)
Ronda Cultural es un circuito gratuito que conecta, a través de paseos en minibuses, a 17 museos nacionales y a la gran ciudad de Buenos Aires con una variedad de públicos: escolares, adultos mayores, personas con capacidades diferentes y público general.
En Ronda trabajabamos un equipo elegido personalmente por quien creó y coordinó el proyecto, quien lo vio crecer, luchándola desde lo laboral y lo académico, porque fue su tesis de grado. Elegido significa que: todos podemos desempeñarnos en el lugar que estamos por profesión, estudios, oficio y/o experiencia. Varios, reúnen todo eso y más.
Soy, junto con un par más a los que les cabe el sayo, un dinosaurio en el equipo rondero. Ya estoy en las cuatro décadas, y en éste caso no se discute, son ganadas. Lo cuál hace que, por un lado, me pregunte cuánto más difícil se me hará conseguir trabajo, y por otro me deje notar, inevitablemente, que la mayoría de los trabajadores despedidos, en este proyecto y en otros, son muy jóvenes.
Este no es un dato menor. Esta apertura de la Cultura permitió la incorporación de miles de jóvenes a puestos de trabajo. Algunos, quizá los juzguen muchos, yo termino viendo por experiencia que no tantos como parece, con una idea política, politizados. Pero ey!, seamos redundantes que es pertinente, hablamos del Estado, ese mismo que se construye con la política partidaria y con las acciones personales, cuales sean, en tú día a día. Es ese mismo Estado que se está construyéndose ahora con política partidaria, con una distinta a la gestión anterior, pero hijas de la misma madre.
Vuelvo a poner el ejemplo de Ronda y de los museos con que conectábamos, para una situación que se reproduce en diferentes espacios: estos jóvenes trabajaban creyendo en lo que hacían, participaban, opinaban, defendían y discutían con pasión su “laburo” cotidianamente. Su trabajo cumplía una función para la sociedad, ya que era un servicio para la comunidad, y ¡en hora buena! para el que estaban capacitados. La concepción del Estado acá, entonces, no es “trabajas poco o nada y cobrás” es otra, una nueva. Algo más o menos así: el Estado es una fuente de trabajo que te paga un sueldo que necesitas para vivir y de yapa con ese trabajo aportas a la sociedad. ¡Y esto, damas y caballeros, estaba cambiando el Estado para mejor! Un momento...¿no es lo que todos queríamos?
En fin, como dije, la peleamos, así es que sabemos como se hace. Nos vamos a perfeccionar porque la vamos a seguir peleando, para cambiar el estado, para cambiar la cultura, para cambiar el país. Ah! ahora sí, como sinónimo de mejorar.
Valeria Crespo - museóloga (debo la tesis), ex trabajadora de un proyecto maravilloso, amante del arte, la cultura y, especialmente, de los museos.

----------------------------------------------------------------------------------------
* ¿Por qué limón? ¿Porque es amarillo? No, nunca Nada es tan simple. Digo limón a partir de una serie de relatos de un escritor inglés: Julian Barnes: "La mesa limón", ésta estaba ubicada en un restaurante de Helsinki al que iba el compositor Sibelius a comienzos del siglo XX. Se llamaba la "mesa limón", porque el limón es el símbolo chino de la muerte, y cuando uno se sentaba a esa mesa, estaba obligado a tocar ese tema.
*’’ Ñoquis: individuos que cobran un sueldo y no trabajan. Pero ojito, que como oí por ahí “un ñoqui cuando lo descubren, no sale a la calle a pedir por su trabajo”, y agrego: porque sería duramente juzgado por sus propios pares, además de la sociedad en general.