Museo IMPA: Un espacio donde ocupar, producir y resistir es un trabajo

30.7.14 - 


Museo IMPA: Un espacio donde ocupar, producir y resistir es un trabajo.

                            

¿Una fábrica de aviones en medio de la Capital Federal?, ¿Una empresa del Estado que fue privatizada?, ¿Un espacio de producción recuperado por sus trabajadores/as? Con estas preguntas llegamos a IMPA el sábado 26 de julio. Transitar su historia viva brinda respuestas, pero especialmente nuevos interrogantes.


 
Almagro, Ciudad Autónoma de Buenos Aires.  El barrio está quieto, es la hora de la siesta y el clima gélido no acompaña. Es inevitable no pensar en el mismo espacio urbano en otros 26 de julio: el de la muerte de Evita en el ´52 o el que da inicio a la Revolución Cubana en el ´53. O el de tantos otros días donde cientos de obreros, de distintos puntos de la ciudad, llegaban a la calle Querandíes a ocupar su puesto en la central IMPA –Industria Metalúrgica y Plástica Argentina-  para producir.

Un edificio de dimensiones descomunales es el epicentro de una historia que excede la materialidad arquitectónica para avanzar sobre una materia prima de mayor caudal: la memoria colectiva, aquella que como bien se explicita en el espacio, es la condición para existir como grupo social. 




Son las 15 hs., y el portón rojo del Museo IMPA se abre de par en par. Un trabajador (¿del museo, de IMPA?) es el encargado. Minutos después conocemos su nombre: Oracio. Con un orgulloso saludo da la bienvenida al lugar; su paso tranquilo y gesto cómplice invitan a adentrarse a un espacio único. Un diminuto pizarrón que se pierde en la inmensidad del antiguo sector fabril anuncia los horarios de actividad para el día. Oracio camina, recorre cada sector para constatar una vez más que todo esté en su lugar, quizá como hizo durante más de 30 años, en cada jornada laboral.  La rutina de apertura del sábado trae nuevos visitantes al lugar; otros trabajadores y colaboradores del museo nos ayudan a conformar el grupo. Empezamos todos a ocupar IMPA, con el cuerpo y las ideas, para producir, para trabajar en la historia. 


La creación del museo ocurre para 2010 cuando un colectivo diverso formado por  trabajadores y trabajadoras de la fábrica recuperada, docentes-investigadores y estudiantes de la FADU-UBA,  miembros de organizaciones sociales y barriales, artistas, intelectuales y personas con distintos grados de vecindad, se unen para reconstruir el patrimonio material y simbólico de la fábrica. El desafío implicaba construir colectivamente un Museo de la Cultura del Trabajo y de la Identidad Obrera para dar reflejo de las distintas concepciones del trabajo objetivadas en mentalidades que dan cuenta de una historia que lleva más de 80 años y que está fuertemente ligada a los períodos económicos, sociales, políticos y culturales por los que atravesó el país.

El recorrido lo iniciamos tras breves presentaciones. Transitamos por cuatro unidades temáticas de la exposición permanente –Empresa Privada, Empresa Estatal, Cooperativa y Empresa Recuperada- junto a la llamada “Isla de los objetos”. Cada sector es coordinado por distintos facilitadores del museo (estudiantes, vecinos, trabajadores) que apasionadamente dan su relato de los orígenes, proyecciones, quebrantos y anhelos de miles de manos laburantes a través de fotografías, objetos, recuerdos. La narración no sólo une la micro y macro historia económica de la empresa y el país, sino que da un lugar especial a las voces de los y las trabajadoras que dan sentido a IMPA.  



Es Oracio quien toma fuertemente la palabra en distintas instancias del transitar por el museo. Su relato en primera, pero por sobre todo en tercera persona del plural, del “nosotros trabajadores” emociona;  fue el primer presidente –elegido en consenso- tras recuperarse la fábrica por los obreros en 1997. Su trabajo, su vida, el trabajo de sus compañeros (una palabra que resuena en cada frase) es expresión de lo que fue y es IMPA para quienes la trabajan: eje central de sus vidas. Abordar las historias de ese lugar, desde un paradigma de la complejidad, es clave en la visita. Los distintos sectores productivos (salas de hornos), las máquinas (“La caliente” y “La laminadora”), los objetos (como la famosa bicicleta “Ñandú” creada por IMPA en los ´50) son sólo alguna de las excusas para que la memoria entre en acción, se libere, llame a otras, se multiplique. El museo IMPA no recae en la mirada bucólica de su pasado fabril sino que resignifica su pasado desde el hoy como estrategia fundante para legitimar su papel como emprendimiento industrial y cultural, pero por sobre todo, de escala humana.






IMPA es una de las empresas pertenecientes al Movimiento Nacional de Fábricas Recuperadas (siendo la primera en su tipo del país). Supera ampliamente el mote de ser un modelo de lucha de un grupo de obreros por asegurarse las fuentes de trabajo. Es un proyecto de empresa social donde las personas son el centro. La cultura del trabajo y la identidad obrera estructuran un modelo de producción que asociado al aluminio no se divorcia del arte, la memoria y el patrimonio. Incluye a estos en una lectura holística para resistir el vaciamiento, la desidia, el abandono y el desinterés del neoliberalismo salvaje que horada al ser humano.
Actualmente el espacio se dedica a la producción de distintos elementos en aluminio laminado (papel metalizado, pomos y envases descartables de aluminio, entre otros) y es gestionado por 42 trabajadores/as que trabajan en formato cooperativista, cobrando todos el mismo salario “desde el portero al encargado de maquinaria” tal como afirma Eduardo “Vasco” Murúa, engranaje vital de la empresa.  IMPA industrial completa así su visión integral con IMPA-La Fábrica Cultural,  un Bachillerato Popular, la Universidad de los Trabajadores (con cuatro profesorados con reconocimiento oficial), un Centro de Salud y un Museo, siendo todos proyectos colaborativos, participativos y comprometidos, de marcada –y acertada- incursión social.

El Museo IMPA ocupa, resiste y produce. Ocupa un lugar que excede los edificios, está en su gente. Resiste las imposiciones simbólicas y materiales de los poderes de turno. Produce alternativas para el desarrollo social uniendo trabajo, cultura y participación socio comunitaria. Ser el “único museo vivo de empresa recuperada por sus trabajadores” es una posible respuesta a los interrogantes de un principio o, al menos, la clave para continuar repreguntándonos qué lugar ocupa un museo, qué lugar ocupamos nosotros en la historia.



Texto: Leonardo Casado

(PH: Ana Laura Luchessi)


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